jueves, 2 de mayo de 2024

HISTORIA DE DOS AMORES

  HISTORIA DE DOS AMORES



Todas las historias de amor merecen ser contadas, y ésta es una de ellas. Cada situación difícil que enfrentamos en la vida, si la llevamos con paciencia, Dios nos saca del lodo de la desesperación y al final nos queda un testimonio, una maravilla que contar. Este es el mío, y deseo que cobres ánimo y sepas que al final, Dios te va a afirmar.


Para muchos fue un gran golpe lo que sucedió con Mariana, tan rápido, sin saber qué le pasó. ¿Por qué? Ella tomó la decisión de mantenerlo en el anonimato mientras nos dijeran en algún momento de qué se trataba y qué cura podría haber. La convencí de que me permitiera comentarle a mis dos hermanos mayores, pero no quisimos angustiar al resto de la familia. Lo único que sabían hasta entonces es que estábamos haciendo estudios. No sé si fue una decisión acertada, pero en ese momento era lo que podíamos hacer. Toda situación límite que nos llena de incertidumbre también nos lleva a tomar decisiones. 


A pesar de esos silencios, después Dios me llevó a tomar valor y fuerza para poder contar cómo pasaron las cosas y cómo pudimos ver con Mariana, la gloria, el amor, la misericordia de Dios y su mano de poder abriendo puertas y mostrándonos siempre su presencia durante el proceso que vivimos. Él es nuestro Dios y tiene el control absoluto de todo. 


A continuación quiero compartirles la historia más maravillosa de mi vida. 


Mariana González, hija de Don Mario y Luisa, nació el 29 de julio de 1981. Hermana mayor de tres hermanos, se crió entre Biblias y casetes de música cristiana dentro de la librería Clamor del barrio de Liniers, fundada por sus padres en 1979. Desde pequeña, observó el negocio familiar y acompañó a su familia en la difusión de la Palabra de Dios en frecuentes viajes a distintas provincias de Argentina. Esa habitual manera de vivir forjó en ella un carácter de mansedumbre, generosidad y amor,  que en la adolescencia la llevó al servicio del Señor. Desde los 16 años ella sirvió en distintas áreas, pero sobre todo en la escuela bíblica de su iglesia local. Varias generaciones fueron impactadas por su alma pura y dulce, su sonrisa cautivadora y la gracia de Dios haciéndose visible en cada expresión de su ser. Con el paso de los años, sintió el llamado a estudiar en el Instituto Bíblico del Río de la Plata para estar preparada para el servicio. Ella era muy querida por todos y donde pasaba dejaba huellas en la memoria. 


CAPÍTULO 1: DIOS ES BUENO Y SIEMPRE TIENE EL CONTROL


“Jehová es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían”. Nahum 1:7


Dios permitió cruzar nuestros caminos llenos de su amor y junto con ello a Clamor Librería Cristiana, el  ministerio donde sirvió gran parte de su vida. 


Yo solía llamarla Princesa, no por mero romanticismo. Le decía: “Vos sos hija del Rey de Reyes, y él tiene el control de tu vida y de la mía”, con la pretensión de convertirme en príncipe también. Es así como recuerdo el tiempo en que Dios nos unió. 

Era diciembre de 2012 y estábamos en un cumpleaños (ya nos conocíamos porque servíamos juntos en el ministerio de misiones de la iglesia, con confianza y amistad). Ese día la vi un poco caída, como solitaria y como para levantarle el ánimo empecé a bromear con ella, y le dije: “no entiendo como una mujer tan hermosa y llena de Dios puede estar sola. Mirá a ese joven, usado en las misiones, o aquel otro que es muy culto”. Nos reímos juntos en ese momento. Más entrada la noche la volví a ver de lejos y algo vino a mi mente: “¿Y vos? ¿Por qué no? Yo califico, Señor”, respondí. Mis ojos se abrieron, y una llama de amor se encendió dentro mío. Lo guardé para mí y empecé a querer saber más sobre ella. En el próximo viaje misionero, el 4 Mayo de 2013, una amiga en común nos dijo: “Ustedes hacen una linda pareja”. Mariana respondió con gestos de no entender y con un poco de vergüenza, pero no dijo nada. Entonces me animé y le dije: “¿No califico porque no soy músico y soy 6 años menor? Yo me iría con vos a España y hasta el fin del mundo”. Ella quedó como en shock y tampoco dijo nada. Mariana estaba por salir con una agrupación misionera a ese país por seis meses como mínimo y no sabíamos si volvería. Así que era mi oportunidad de darme cuenta si realmente estaba interesado en ella. ¿La extrañaría?


Mariana partió a su misión y en el viaje Dios le habla a través de una de sus líderes y le dice: “Dios va a cortar el cordón umbilical que te une hoy a tu familia y pondrá un hombre a tu lado”. Algo que sabría poco después, es que su mamá, tiempo antes de su viaje, tiró al mar el frasquito que contenía el cordón umbilical en formol. Dos meses después, luego de realizar una tarea se fue a descansar y vino a su mente la idea de comenzar una relación con alguien. Abrió su computadora y leyó un correo electrónico que yo le había enviado que decía: “¿Volvés?”. A partir de ese momento pensó: “¡Dios corta el cordón! Yo estaba pensando en comenzar una relación, ¡y este caradura me manda un mensaje!”. 


Un día, mientras ella estaba de viaje, yo estaba sentado en un sillón con una remera que tenía la inscripción de BNA Barcelona, una de mis preferidas. De repente, mi sobrina, que en ese tiempo tenía dos años y medio, se paró frente a mí y me dijo: “tu chica está ahí, tu chica está ahí”, señalando la remera. Hoy pienso: ¿cómo una niña podía entender que mi remera representaba un lugar y que allí estaba Mariana? Desde mucho antes Dios tenía el control de nuestras vidas. 


No sé cómo es tu vida, pero en la voluntad de Dios todo es perfecto a su modo y no al nuestro.  “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora”, hasta el tiempo de amar. (Eclesiastés 3:1) 



CAPÍTULO 2: TIEMPO DE DIAGNÓSTICOS

Si en cada etapa que pasamos nos hiciéramos chequeos con Dios la vida no sería tan dura. 

“El Señor es mi pastor, y nada nos faltará”. (Salmo 23:1)


Luego de la pandemia, con Mariana tomamos la decisión de dar de baja la obra social prepaga que teníamos, ya que los costos subían mes a mes y las prestaciones eran muy malas. Por esa razón, el proceso de lo sucedido fue a costa nuestra, pero más adelante sabrán lo que Dios hizo. Luego de dos años, prácticamente sin chequeos médicos, encontramos un lugar donde realizaban estudios completos a un precio muy accesible. Primero me los hice yo y obtuve resultados normales. Marian, debido a su condición con la glándula tiroides y su medicación T4, tenía sus propios controles.


El 30 de septiembre se hizo un chequeo completo, que incluía análisis de sangre y ecografías. Debido a la exhaustividad de los estudios, los resultados tardarían cuatro semanas en estar disponibles. Mientras esperábamos, Mariana comenzó a sentir molestias en el estómago. Sin embargo, atribuimos esto al estrés que experimentábamos debido al proceso de importación de Biblias en Clamor, el cual presentaba muchísimas complicaciones. Con algunas dificultades digestivas, ya no toleraba ciertas comidas,  lo que resultó en una pérdida  de peso. A pesar de todo, ella estaba tranquila porque se mantenía dentro de su peso habitual.


Luego se sumaron más dolores. Enfocados en las tareas cotidiana, como atender la librería y con la mala postura en la computadora, no pensamos nada grave. Sin embargo, Mariana decidió consultar al reumatólogo para realizarse estudios en el hombro y en la espalda baja, de donde sentía que venían los dolores.


El 4 de octubre fue a ver a un gastroenterólogo, quien le dio un listado de cosas que sí podía comer y órdenes para realizarse análisis de sangre para descartar la celiaquía, que suele despertarse también en la edad adulta. Una semana después, fue al reumatólogo, quien le indicó usar preventivamente un cabestrillo, hielo y reposo. A consecuencia de todo estos dolores y malestares, se fue quedando cada vez más en casa y luego venía al local por la tarde.


A mediados de octubre se realizó una resonancia para chequear el hombro y una placa en la zona pélvica para descubrir de dónde venía dicho dolor. Cuando el médico vio los resultados la mandó a casa con diez sesiones de kinesiología. Marian nunca dejó de trabajar. Lo siguió haciendo conectada con su servicio en la librería y nos ayudaba contestando el WhatsApp comercial, también respondía preguntas de plataformas donde vendemos los libros. Luisa, su mamá, la cuidaba mientras yo estaba en el local. 


El 01 de noviembre recibimos los resultados del chequeo más completo que se había hecho hasta el momento y estaban todos dentro de lo normal. Marian comentó en la consulta sus dolores y el médico clínico nos mostró el informe y la placa, todo estaba bien salvo lo relacionado a la glándula tiroides. Debido a su baja de peso, la dosis de T4 que tomaba era elevada. Para el médico esa era la razón de los dolores, sumado a la gran ansiedad asociada al trabajo. Ese mismo día por la tarde conseguimos un sobreturno con un endocrinólogo, quien le modificó la dosis para que le bajara la sobredosis de T4 que le estaba generando un importante desequilibrio hormonal y emocional, además de los dolores de espalda. Por un lado, estábamos tranquilos porque todos los demás estudios salían bien, por otro lado, nos inquietaba que los dolores continuaran. La kinesióloga nos sugirió volver a chequear y el 4 de noviembre encontramos un nuevo reumatólogo. 


El nuevo reumatólogo nos recibió con los resultados de todos los estudios realizados. Habiendo leído los mismos informes y placas que otros habían analizado, este doctor vio algo distinto. Sin dudarlo, nos envió a realizar nuevos estudios de sangre y una resonancia magnética con contraste. Además, nos recetó tres medicamentos para calmar el dolor, pero nos resultaba extraño la alta dosis y los dolores que iban en aumento. Hasta ese momento seguíamos en aquel centro médico abonando sobreturnos y estudios. En esa primera etapa, Marian estaba bastante dolorida y su cuerpo debía acostumbrarse gradualmente a la nueva medicación, la cual, entre otras cosas le causaba somnolencia. Ante esta situación, tuvo que seguir trabajando desde casa con la compañía de su mamá. Pero como era ella, no podía con su carácter y siempre venía al local a ver que estuviera todo en orden. Yo pensaba que en realidad buscaba excusas para verme a mí. Hasta aquel momento era todo muy incierto, sin embargo, puedo asegurar que por medio de la oración Dios sabe dar paz (Filipenses 4:6-7).


El 7 de noviembre comenzamos los nuevos estudios que nos dio el segundo doctor. Marian me comentó que el técnico le había preguntado por qué la habían enviado a realizarse estos estudios. Teníamos la sensación de que había algo más que buscaba confirmarse. Al día siguiente teníamos turno para la resonancia. Veíamos la mano de Dios en la rapidez con la que conseguíamos atención. Cuando nos preguntaron sobre la urgencia de los resultados, nuestra respuesta fue: “Lo antes posible”. Al realizar los estudios, los técnicos veían la gravedad del avance de la enfermedad y quedaban asombrados de verla tan entera por fuera.


En esta etapa estuve más atento y empecé a cerrar algunos días la librería para poder acompañarla, ya que teníamos mucho trayecto hacia las clínicas. Por ese entonces las ventas estaban muy bajas y no teníamos reclamos de los clientes de no ser atendidos. Dios acomodaba hasta los pedidos de despacho para que yo pudiera estar con ella. En ese entonces Marian, al bajar de peso, estaba contenta porque se compraba ropa nueva y porque volvía a usar prendas que le habían quedado chicas. Con los medicamentos recetados y algún extra manteníamos el bienestar de ella, pero el dolor era constante. 


El 10 de noviembre, en la mañana, yo estaba en el local y me llamó Luisa. Marian se sentía muy mal y no se podía levantar de la cama. Mi suegra estaba muy nerviosa así que, como pude, la tranquilicé. Cerré el local, compré un calmante y corrí a verla. Con el calmante mejoró y nos fuimos a la guardia donde estuvimos más de 5 horas esperando, pero ella ya estaba bien, controlada. Jesús dijo que Dios sabe de qué cosas tenemos necesidad (Mateo 6). Ahora era tiempo de acompañar a mi esposa y Él iba a suplir nuestras necesidades.


Fui el hombre más afortunado del mundo en los 7 años y 9 meses que fui el esposo de esta increíble mujer. La mano de Dios siempre nos acompañó, como cuando planificamos nuestra boda, pero no teníamos ni el lugar ni el dinero para la luna de miel. Cada uno oraba por su cuenta. Un día nos reunimos y ambos dijimos que Dios nos había revelado a dónde ir. Hicimos un juego. Cada uno escribió el lugar que sentía que íbamos a visitar, y al dar vuelta los papelitos, nos dimos cuenta que coincidimos en el mismo destino (al que finalmente fuimos por milagro, ya que dinero no había). Nos abrazamos y lloramos, sintiendo que Dios nos acompañaba incluso en los detalles.  

 

CAPÍTULO 3: EL SECRETO DEL AMOR

Todos tenemos algo que guardar por amor.


El 11 de noviembre tuvimos una consulta con el reumatólogo, pero faltaba el informe escrito y sin eso no nos podía decir mucho, así que nos volvimos. Más tarde nos llegó el reporte y Mariana se lo envió al doctor por WhatsApp. De inmediato la llamó y le dijo que no era un problema de huesos, sino una posible metástasis en la región recto-uterina y que debíamos buscar a otro especialista. Ella decidió no comentarme este llamado y se lo guardó, en ese momento, para ella. 


Seguimos ese día con los calmantes, pero decidimos buscar al endocrinólogo personal con quien ella había perdido contacto durante la pandemia para verificar que el anterior le había dado la dosis justa de la T4 para la tiroides. Gracias a Dios pudimos hacer una consulta por video llamada y el doctor le indicó que siguiera con la dosis que le habían indicado. 


Para esa altura, viendo que todo se complicaba y queriendo cuidar a mi suegra de tanto ir y venir, le pedimos que se quedara en su casa, ya que yo me quedaría con Mariana la mayor parte del tiempo.


Después de décadas de ser una librería minorista y distribuidora, Clamor comenzó un proceso de importación de Biblias, algo que la posicionó como una de las pocas empresas en Argentina con ese rango. Para ese entonces, la importación se venía acomodando, habíamos podido pagar algunos proveedores, pero aún nos faltaba cubrir el monto máximo que el  gobierno nos permitía girar al exterior, así que Marian tomó la decisión de agregar un nuevo proveedor y se realizaron todas las solicitudes y el papeleo necesario para realizar el pedido. Ya gran parte del pedido estaba en el puerto de Miami.




CAPÍTULO 4:  VENCIENDO LAS MALAS NOTICIAS. 

Las malas noticias nos golpean, pero es bueno saber que los justos tienen un refugio (Salmo 112:7)


El 12 de noviembre Marian entró en pánico por el posible diagnóstico. De madrugada, oró en soledad y le pidió a Dios: “Señor, estoy cansada y tengo miedo, me dicen que es una metástasis. Tengo muchos estudios y vi a muchos especialistas y ahora tengo que encontrar uno nuevo, no tenemos obra social y los costos siguen subiendo. Así que ahora te entrego el diagnóstico y la situación”.


El Señor la escuchó y ministró su corazón con paz. Yo nunca me desperté ni la escuché. Empezó entonces a buscar en la misma página médica, en la que había encontrado al endocrinólogo que la atendía anteriormente, y ubicó a un gastroenterólogo con buenas referencias. Sin dudarlo, a las 4 de la mañana, le envió un mensaje por WhatsApp, explicando todo. A las 6 am recibió la respuesta del médico. Era un sábado. Le dijo que le pasara todos los estudios. Le recetó un medicamento para limpiar los intestinos y le indicó ayuno para realizar una colonoscopía. 


El 13 de noviembre me contó que consiguió un nuevo especialista y turno para el lunes 14. Yo todavía ignoraba el diagnóstico. Al día siguiente fuimos a un instituto quirúrgico donde le realizaron el estudio con anestesia general. Mientras esperábamos que terminara el efecto y Marian despertara, el médico habló conmigo. Me empezó a explicar lo que veía, haciendo dibujos de cómo estaba avanzando una enfermedad. Yo no entendía nada. El doctor, al que llamamos R.O. (Respuesta a la Oración), solicitó una biopsia urgente para seguir analizando el cuadro, porque el estudio inicial mencionaba al útero como contacto de unión de la mencionada metástasis. 


Marian me contó lo que vivió con el diagnóstico aquel fin de semana y su intención de no querer preocuparme hasta no tener certeza de lo que pasaba. Para mí fue un baldazo de agua fría. 


El doctor nos pidió más estudios, ecografía transvaginal, una tomografía computada de tórax, abdomen y pelvis y a seguir el proceso. El 15 de noviembre con la ayuda de una amiga de la familia que nos acompañó, se realizó la ecografía y el informe arrojó que había dos formaciones nodulares sólidas en la pared lindera del recto.


Al día siguiente, bastante cansados, nos fuimos a pasar la noche al Vial costero que se encuentra en Vicente Lopez, Buenos Aires. Era nuestro lugar y a continuación les cuento el porqué. A fines de 2013 habíamos visitado la casa del líder del equipo de misiones, en la localidad del Delta del Tigre. Ese día en el río a Marian le agarró un calambre en la pierna y no podía moverse. Me di cuenta que algo le pasaba y la ayudé nadando a volver al muelle. Después de mi acto heroico, le dije: “este es tu año”. Para ella fue la enésima confirmación de que yo era la persona indicada. Esa misma tarde, ya no aguanté más y hablé con el líder de misiones. “Tirate a la pileta”, me dijo. Al día siguiente, en Navidad, le envié un mensaje preguntando si quería venir conmigo al río. Me dijo que sí, y la alegría fue enorme. Enorme también era el calor que hacía ese día. Cuando llegó el momento de abrir mi corazón y contarle cómo Dios me había dicho que ella iba a ser mi esposa, mi corazón latía a mil y ella me dijo: “Mirá yo solo te miraba como un amigo, pero Dios en España me dijo que vos serías mi esposo y me lo confirmó cuando vos declaraste la frase: Este es tu año”. ¡A partir de ese momento se formó una pareja!


Marian me dio dos regalos que tenía guardados: una mochila y un paquete de 1kg de chocolates M&M (supuestamente yo me tenía que dar cuenta que era una referencia a Mariani & Mariana), pero no se animó a dármelos dos meses antes, así que me los dio en ese momento. Debo confesar que jamás le pregunté si quería ser mi novia, será porque quería ahorrar para el casamiento e ir directo a los confites. 


Ahora mi mundo y el de Mariana estaba lleno de amor y fue todo tan loco que el 29 de diciembre de 2013 me fui de vacaciones con Mariana, su mamá y su papá dentro de una camioneta equipada para dormir, un pequeño motorhome casero. Una locura, de vacaciones cuatro días después de haberle declarado mi amor. Los primeros días fuimos a la casa de unos parientes que preguntaban por lo bajo: “y este, ¿quién es?”. Los papás de Mariana respondían que era un amigo y que me estaban llevando a Córdoba. 


Aquel fin de año llegamos a un lugar único y mágico. Se hizo la noche y fuimos a un restaurante a recibir el año nuevo y entonces, durante esas dos horas, con Marian les contamos a sus padres cómo Dios nos había hablado y confirmado la relación. Para las 23:58 le estaba “pidiendo la mano” a mi futuro suegro, que al escuchar como Dios fue tan único y especial, a las 00:00 del 01 de enero  de 2014 me dijo: “¡Bienvenido a la Familia!”.


Tras pasar unas semanas en enero ya teníamos decidida la fecha de nuestro casamiento. Tuvimos un año y dos meses de un hermoso y espectacular noviazgo, gracias a Dios y a los mentores que tuvimos. El 5 de marzo de 2015 nos casamos por el registro civil y el 7 de marzo ante el Señor. Para los que no estaban o no fueron, ella me cantó una canción que decía que me iba a amar hasta su final. La verdad que siempre Dios fue y es bueno y estuvo en control de nosotros. 


Las elecciones son importantes. Nuestra vida necesita esas buenas decisiones para que tu aventura en el amor esté respaldada por Dios. No te unas a yugo desigual.

(2da Corintios 6:14)


El 17 de noviembre se realizó la tomografía computada de tórax, abdomen y pelvis, con contraste oral y endovenoso, cuyo resultado lo tendríamos en diez días. Nuevamente los técnicos nos miraban sin comprender bien qué sucedía, porque entendían que se trataba de algo grave, pero Mariana se veía saludable. Durante la espera de los tres resultados nos dedicamos a conversar, a mirarnos. Fue una etapa donde había mucha unión. Ella estaba bien, firme en Dios, con todos los indicadores controlados.


No importa lo que estés viviendo hoy. Sé que lo correcto siempre será correcto. Y buscar a Dios siempre será más que bueno. (Isaías 55:6)


Entre ella y yo casi no había peleas. Cuando se daba alguna diferencia o enojo, antes de terminar el día nos mirábamos y sin importar quién tuviera razón nos perdonábamos y nos decíamos que Dios nos había unido para vivir en armonía. Estuvimos casi todos los días juntos -24/7- ya que trabajamos juntos en la librería desde que volvimos de la luna de miel hasta el final. Servimos juntos en la iglesia. No teníamos chance de mantener el enojo mucho tiempo, aún nuestros mentores no podían entender cómo nos habíamos ensamblado tan bien y no me queda más que agradecer por tantos momentos vividos.



CAPITULO 5: LÁGRIMAS QUE CAYERON A LA TIERRA Y TOCARON EL CIELO.  

Seguramente muchas lágrimas saldrán de nosotros en esta vida pero ninguna será en vano delante de Dios. (Salmo 126:5)



El 24 de noviembre estábamos en una plaza cuando recibimos la llamada del doctor R.O. y nos pidió que nos juntáramos lo antes posible para charlar sobre los resultados. Lamentablemente estaba confirmada la metástasis. Luego de la llamada, simplemente nos miramos. Conteniéndonos, caminamos esas dos cuadras que nos llevaban a nuestra casa. Abrimos la puerta y rompimos en llanto en el sillón. 


Estuvimos así un rato, derramando lágrimas de amargura. De repente, empezamos a adorar a Dios, a glorificar su Nombre, sintiendo que él seguía teniendo el control. Nuestro ser natural había sido golpeado, pero el ser espiritual se levantó y conquistó la situación. En ese momento único y hermoso, recibimos consuelo, fortaleza, fe y la paz, esa paz que sobrepasa todo entendimiento, para seguir firmes en lo que restaba del proceso. Dios nos ministró de una manera tan especial que no podré olvidarlo nunca. Sabíamos lo que venía, pero confiábamos en que el Señor seguía guiándonos. A todo esto, Marian se mostraba fuerte. Apenas se la notaba más flaca e iba y venía cuando podía al local y nadie notaba su enfermedad. 


Mientras tanto, el trabajo seguía su rumbo y a la espera de importaciones en los giros de dinero. El local seguía con sus horarios cortados, pero no se vendería nada si no conseguíamos despachar.


El 25 de noviembre fuimos hasta Quilmes donde el doctor R.O. solía atender. Era urgente la reunión con él por los resultados de los últimos estudios. Llegamos con un sobreturno y a esperar con paciencia. Nos contó que cuando él recibió los estudios por teléfono, venía manejando por la autopista y tuvo que detenerse en la banquina porque entendía que tenía que analizarlos bien. La metástasis no solo estaba en útero y recto. Se había extendido al hígado, páncreas y la parte baja de los pulmones. Recuerdo que el doctor dijo: “El panorama no es muy bueno”. Igualmente se sorprendió de ver a Mariana en buen estado, animada y con buen semblante. Por dentro estaba todo mal, pero Dios la hacía resplandecer con su sonrisa. Entonces nos miramos con Mariana y le respondimos al doctor que estábamos tranquilos pero que necesitábamos saber qué nos quedaba hacer, suponiendo que él diría: “hasta acá llegué, ya no es mi área continuar con ustedes”. El volvió a decir “Tranquilos. Yo tu caso me lo tomé muy personal. Te voy a internar por una semana en un hospital en el que trabajé más de 20 años. Ya hablé con el director, con la jefa de guardia y con los jefes de piso. No te interno hoy porque ya mañana empieza el fin de semana, pero armate un bolsito. Además te veo bien, así que podemos esperar. No se preocupen, no es de urgencia la internación. La idea es que ahí te controlen mejor el dolor y a su vez te sigan haciendo estudios (gratuitos esta vez para nosotros) y lo más importante las punciones en el hígado y páncreas para retirar biopsia y ver qué es lo que te está provocando el daño, llegar a un diagnóstico y un tratamiento. También tengo un plan B que es otro hospital, pero ese es para más adelante cuando tengamos los nuevos estudios y controles”.


Cuando el doctor terminó de hablar, Marian le dijo: “No sé si usted cree en Dios o no. Pero usted es la respuesta a mis oraciones. Ese 12 de noviembre de 2022 cuando  le mandé el mensaje a las 4 am, le había pedido a Dios que Él tomara el control, porque yo ya no sabía más para donde ir y con quién consultar. No tenemos obra social y usted me acaba de decir que tiene todo planeado, sabe qué me van a hacer y cómo enfrentaremos este proceso. O sea, usted es la Respuesta a mis Oraciones.”


Le agradecimos por su gesto y lo que venía haciendo por nosotros, le regalamos un libro y lo saludamos, ya que quedaba una paciente más y era bastante tarde. Durante el regreso desde Quilmes agradecimos a Dios por su fidelidad, por su amor, por permitir que el R.O. se encargara de esta etapa para poder encaminar todo. Además agradecimos el saber que estaríamos en uno de los mejores hospitales, muy difícil de entrar, sin este tipo de milagros. A pesar del avance de la enfermedad no estábamos tristes, sino que volvíamos gozosos, con mucha fe y confianza en Dios y su respuesta. 


Hay oraciones que para muchos solo fueron lágrimas en el suelo, pero en Cristo tocan el cielo. Y que después de recibir una noticia así lo que queda decir es que “El gozo del señor es mí fortaleza”. (Nehemías 8:10)


Era el año 2017 y el alquiler del departamento donde vivíamos estaba por vencer, cuando ocurrió un milagro inesperado. Conversamos con Mariana sobre el ahorro que teníamos y la posibilidad de sacar un préstamo, pero teníamos dudas. De repente, llegó don Mario y dijo: “Ahora es el momento, hay que tomar el préstamo para comprar un departamento”. Sorprendidos con mi esposa nos miramos por la confirmación de Dios. Y para mayor sorpresa, esa misma semana hablamos con la dueña y accedió a vendernos el departamento que nos alquilaba. Así que ese mismo año nos convertimos en propietarios.



CAPÍTULO 7: MOMENTOS

“Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. (Filipenses 4:19)


Las fuerzas, el amar, el aliento. Todo lo que nos falte será suplido por Dios, esa es una gran verdad y viene de su riqueza. Nos suplió fuerzas y aún momentos para disfrutar. Nunca dejes de confiar en él. 


Llegó el lunes 28 de noviembre, bolso en mano, sin saber cómo sería ese lugar al que nos había convocado el doctor. Ya instalados, llamaron a Marian y comenzaron todos los estudios de rigor: sangre, placas de tórax y apertura de historia clínica. Nos preguntaron por dos síntomas puntuales que esperaban que ella tuviera. La respuesta negativa de ella los sorprendió y nos enviaron al piso 11, allí estaba la habitación que nos cedieron y en la que estuvimos solos, sin compartir con otros pacientes. Me permitieron quedarme con ella casi todas las noches, otra solicitud del doctor R.O.


No habíamos comentado de esta internación con casi nadie, excepto a un grupo de hermanos y hermanas que estaban orando por nosotros desde el principio. Como el tratamiento consistía puntualmente en controlar más efectivamente el dolor, los médicos no modificaron la medicación que venía tomando desde el 4 de septiembre, al contrario, tenían margen para aumentar las dosis sin dañar su cuerpo. Esos días los pasamos entre controles de rutina y gestiones para la punción de hígado y páncreas.


Allí desde el hospital Mariana seguía trabajando con su celular, dando seguimiento a la importación que estaba en camino y yo seguía yendo al local, despachaba lo vendido en plataformas y cerraba casi en un horario normal. Volvía en la tarde y me quedaba con ella toda la noche. Dormir en un hospital era nuevo para mí. Las enfermeras realizaban controles de rutina cada una hora. Un día apareció el doctor R.O y le comentó, bromeando, que vino especialmente de La Plata por ella, que estaba complicadísimo, pero que ya tenía todo el equipo para hacer las punciones y le explicó que había todo un equipo que estaría presente, desde cirujanos, patólogos, psicóloga, entre otros profesionales, y que sería posiblemente el 1 de diciembre. Ese fue el último día que el doctor vio a Marian. En esa oportunidad, yo estaba en el local, pero luego ella me contó de la visita del doctor.


El 1 de diciembre no abrí el local. Me quedé con ella hasta que la llevaron al quirófano. Hablé con mi mamá y mi abuela para pedirles oración, siempre acostumbro a pedir oración a personas puntuales. Les comenté de la internación y del estudio profundo que le estaban realizando a mi esposa. No pude ocultarles el tipo de estudio que le estaban realizando. Al volver del quirófano estaba bastante dolorida, pero los profesionales estaban maravillados. “Tenés una esposa especial y muy fuerte, se portó excelente”. Ella dijo que Dios la ayudaba a pasar por ese estudio, el cual es muy doloroso e invasivo. Lograron realizar el estudio completo en hígado y páncreas. Sabiendo que ya había pasado lo peor del día, me fui a abrir el local a Liniers. Ya en la noche la volví a ver y nos reímos, porque por protocolo le habían puesto una psicóloga. Mariana me comentó que habían hablado dos tonterías y que le dijo que Dios estaba con ella. La licenciada quedó sorprendida y al verla bien y entera,  se fue y la dejó sola con su Rey de Reyes.


Esa noche Mariana quedó bastante dolorida por las varias punciones que le habían realizado. Cada tanto le daban un rescate para el dolor porque los calmantes habituales no eran suficientes. Realizado el estudio más importante y controlado el dolor, a los dos días nos dieron el alta. El 4 de diciembre ya se sentía recuperada de los estudios, así que como estaba muy animada, decidimos hacer una visita a la casa de mi abuela, y luego a una plaza cerca de la casa de mis padres. A pesar de que Marian estaba algo inquieta por el dolor, queríamos compartir un momento con ellos. La visita a la casa de mi abuela fue el clásico té con tortita, y además tuvo un plus. Antes de irnos, mi abuela me dijo que quería ungir con aceite a Marian, así que ahí oró por nosotros y nos despidió. Luego, en la plaza, mis papás se quedaron tranquilos al verla animada, y pasamos una hermosa noche conversando. Pero al rato se sintió cansada y dolorida, y tuvimos que apurar el regreso. Esa tarde fue la última vez que mis papas y mi abuela la vieron.



Un momento clave en la vida de Mariana fue en 2020, con la pandemia de Covid. Finalizando ese año, su papá, Don Mario, partió a la presencia del Señor en poco tiempo. Quienes más lo conocían solían bromear que eran gemelos. Padre e hija, siempre juntos a todas partes y muy unidos. Fue durísimo para ella, un antes y después en su vida, es más le fue muy difícil recuperarse. Si bien nunca bajó los brazos, la tristeza por la pérdida poco a poco fue calando hondo en ella. 



CAPÍTULO 8:  EL SOPLO DE DIOS EN MÍ

Desde que venimos a este mundo hay un cierto aliento y ánimo que nos impulsa a realizar y hacer cosas. Y es el soplo de Dios en nuestra vida. Y lo necesitamos continuamente a través de su Palabra.

“Abatida hasta el polvo está mi alma; vivifícame según tu palabra”. (Salmos 119:25) 

Solo cuando nos volvemos a Dios recibimos ese soplo que nos vivifica. 


El 6 de diciembre a la medianoche, Marian empezó a sentir el vientre muy hinchado y no tenía posibilidad de levantarse de la cama. Me desperté, pero ya había llamado al SAME, el servicio de urgencias de Buenos Aires. Dos minutos después teníamos la ambulancia. Junto con el paramédico la levantamos y la llevamos a la guardia más cercana. En la espera, ella se sentía mejor, parece que el miedo a algo nuevo la paralizó en ese momento. El doctor que nos vio era medio tosco, dijo que solo le podía aplicar un rescate para el dolor, pero que mejor fuéramos al hospital de base donde estaba nuestra historia clínica. Nos despedimos con un: “Gracias por nada” y nos volvimos en el auto.


Ya era la 1am, y en el hospital de base costaba que nos prestaran atención. Para ellos era una paciente oncológica y cada 20 minutos volvíamos a la ventanilla para que nos atendieran. Esperamos hasta las 8 am. Un doctor con muchísima falta de empatía, al ver el historial y el estudio, nos dijo: “¿Para qué vienen? Esto que sucede es parte de tu proceso”. La guardia normal estaba colapsada y fue la primera vez que nos hicieron pasar a una guardia VIP, donde tenían más camas, muchos instrumentos y casi nadie entraba por ese lugar. Al hablar con el doctor le pedimos que nos diera más indicaciones. La respuesta fue dura: “En tu estado es lo mínimo que te puede pasar”. Preguntó acerca de los dos síntomas, los mismos que nos habían consultado antes. Sin embargo, al responder que no, quedó pensativo. En ese lugar vi que todos los pacientes estaban conectados, y el ver que la estaban conectando me generó una angustia repentina. Ella trató de calmarme, me pidió que sea fuerte, que ella iba a estar bien. Y ahí quedó ella. Yo tuve que salir. 


Mientras la controlaban fui a realizar trámites, pero ante lo vivido sentí una angustia tan grande que corrí hasta el auto y cuando entré me sentí desconsolado. Me quebré…no sé cuánto tiempo estuve llorando en silencio, gimiendo sin hacer ruido, como nunca antes. Clamé a Dios y sentí de repente un fuego en mi corazón, que me permitió volver a respirar un poco más calmado. El Señor me repetía en mi mente que esté tranquilo. Respiré profundo y agradecí a Dios por sacarme esa gran angustia y volví al hospital. 


Me llegó un mensaje de Marian que estaba bien y tenía que hacer una ecografía abdominal para ver el foco del dolor y la hinchazón. En el estudio descubrieron que había un nódulo que hacía presión en las vértebras y la médula, pero no había forma de solucionarlo, el cuerpo de Marian daba batalla, creando anticuerpos, por eso la hinchazón. Como se aproximaba un feriado y el dolor estaba controlado, nos dieron el alta. Teníamos que seguir esperando los resultados de la biopsia y continuar con el tratamiento en otro lado, así que nos fuimos. 


El 8 de diciembre ella se sentía bien, así que decidimos hacer una visita sin aviso a la casa de una de las tías, donde estaba su mamá y hermana. Llegamos luego del almuerzo y conversamos un rato, hasta que el dolor volvió. Sin saberlo, también fue la despedida con primos y tía que estaban en el lugar. 


 

CAPÍTULO 9: ESTOY LISTA

Saber entregar la vida en la voluntad de Dios es lo más maravilloso que puedan vivir. Esa decisión hace que, aunque no entendamos lo que vivamos, Dios siempre tendrá el control.


Durante las dos semanas siguientes no volvimos al hospital. Por esos días yo tenía que trabajar y con la llegada de la Navidad y el mundial de fútbol venían nuevos feriados. Pudimos aprovechar para salir de casa a caminar y hablar muchísimo de lo que nos pasaba. Por aquellos días, ella me dejó un papel anotado en la pc con varias contraseñas, entre ellas las de las cuentas bancarias. En ese momento le resté importancia a todo eso.


En una de esas charlas se detuvo y me dijo: “Amor quiero decirte que ya estoy lista”. Yo le pregunté: “¿Lista para qué?”. Me respondió: “Para lo que Dios quiera para mi vida. Si me quiere sanar o si me quiere llevar”. Sobre este asunto es importante recordar que ella pasaba horas en casa y sé que Dios la ministraba de una manera especial y eso le daba la fuerza y la entereza de saber dónde estaba ella y quién era Dios para su vida. Ella se había entregado por completo y tenía plena confianza en lo que sucediera. No sabía qué responder a eso, traté de darle alguna esperanza diciéndole que el Señor si quería podía intervenir en la situación. 


El 14 de diciembre llegó finalmente el material de importación a nuestro depósito, después de muchos meses de lucha, cambios en las reglas y formularios interminables. Dios fue fiel y nos permitió recibir esta cuarta importación. Mariana vino al local en colectivo y su mamá la esperó en la parada para acompañarla esas dos cuadras al local y vivimos ese momento como una gran victoria. En nuestro país se hace muy difícil para una librería tan pequeña haber alcanzado el objetivo de convertirnos en distribuidores de Biblias, algo que solo cuatro empresas más pueden hacer en el país, y para nosotros fue un logro enorme. Luego de la compra, los trámites seguían con el seguimiento de despachos, depósitos fiscales, despachante de aduana, etc. Y todo eso lo siguió Marian en el período de la enfermedad. No importaba cómo se sintiera, ella seguía firme desde casa y por eso todo el mérito fue para ella. 


El 19 de diciembre volvió a sentirse mal. Fuimos a la guardia del hospital donde le habían realizado las biopsias y estuvo internada hasta el 23. Le realizaron más estudios y le estabilizaron el dolor.  Lo que sigue sucedió en esta internación, pero yo lo descubrí cuatro meses después. 


En abril de 2023 abrí el correo de Marian y descubrí la última conversación que tuvo con la despachante de aduana. El 22 de diciembre, en plena internación, ella le envió un comprobante de transferencia para abonar el total de los gastos de la importación que adeudábamos. En ese mail la despachante le preguntaba cómo estaba ella. Mariana le respondió que estaba internada, esperando estudios y resultados de la biopsia, confiando en Dios. A pesar de su condición, su mentalidad fue confiar en el milagro en un 100%. Y mientras estuvo dentro de sus posibilidades sirvió en este ministerio hermoso que le dejó su papá. Esa fue la despedida de ella para Clamor y el cierre de una vida completa dedicada al ministerio, con broche de oro, pagando todo y casi sin dejar deudas con nadie. Por eso no dejo de decir que Dios tenía y tiene todo bajo su control.


El 23 de diciembre nos mandaron a casa con una nueva medicación y empezó con morfina cada 8 horas. Un medicamento que ayuda mucho con el dolor y no la apagaba del todo, pero la fatiga ya estaba en su cuerpo. Tuvo una trombosis y los pies se le hincharon. En Navidad fuimos a visitar a su mamá que cumplía años. Salimos bien temprano luego de tomar la medicación, esperando que le dure toda la estadía. Llegamos a las 6 de la mañana y salieron a caminar juntas. Pasó un buen rato y no regresaban. Yo estaba preocupado porque ella no podía salir demasiado esos días. Así que me asomé y las vi juntas hablar, reírse, como si nada. Al regresar, Marian me pidió ir al hospital para saber por qué tenía los pies tan hinchados.


Nos despedimos de Luisa y nos fuimos. A las 8 de la mañana ingresamos a la guardia, allí le hicieron una ecografía y le preguntaron a Mariana si tenía esos “dos síntomas” y les dijimos que no, algo que los sorprendió, porque por el avance de la enfermedad ellos esperaban que sucediera.


El 27 de diciembre, tras no poder hacer mucho más, un médico me confirmó que la situación estaba más comprometida y que hablaría con Marian para que lo entienda, ya que ella solo se preocupaba por unos papeles que faltaban. Nos dieron el alta y con la indicación de morfina cada 4 horas salimos del hospital caminando lentamente. Ella iba a paso lento, muy agotada. Ya no podía desenvolverse sola como hasta entonces, así que le pedí a mi cuñada que se hiciera cargo del local, ya que no volvería a trabajar hasta nuevo aviso. A partir de ese momento me quedaría con Mariana todo el tiempo que fuera necesario. 


CAPÍTULO 10: EL VALLE DE SOMBRAS

Las sombras son el reflejo de la luz y algo que es en apariencia. Todos pasamos momentos sombríos donde sentimos que lo terrible no se irá jamás. Parte del Salmo 23 dice que “aunque ande en valle de sombras y de muerte no temeré mal alguno”, porqué Dios me dará aliento. 


Ya de vuelta en casa, oré y le pregunté a Dios, por qué Mariana no había salido de la internación como las otras veces. La veía más apagada. Dije: “¿Por qué no hacés algo? ¡Ayúdame!”. En ese momento vino a mi mente: Santa Cena. Una y otra vez: Santa Cena. Volví a decirle a Dios que sanara a mi esposa. Santa Cena. Entonces, me comuniqué con el pastor, le conté y le pregunté cuándo podían venir y me dijeron que ellos habían sentido con la pastora de servir la Santa Cena con nosotros, pero que estaban esperando mi llamado. Así que fijamos fecha para el 31 de diciembre a la mañana. Esos días fueron los más difíciles para mí. Su mamá vino a ayudarme, pero ver a Marian en ese estado la ponía muy mal. Así que hablamos con mi cuñada y le pedimos a mi suegra que volviera a su casa para no comprometer su salud también. 


El 31 de diciembre, en la madrugada, ocurrió el famoso síntoma que nos venían preguntando en cada internación, y que, hasta el momento, no había aparecido. Solo Dios sabe cómo pude yo solo ayudarla a sobrepasar el momento. Hacía dos días que no comía , ni dormía. No quería dejarla en ningún momento. Dios me dio fuerza sobrenatural, la misma que tuvo Marian los meses anteriores.  Así y todo nunca tuvo que usar pañales estando en casa. Sin saber qué hacer, le escribí un mensaje al doctor R.O., comentando lo ocurrido y me respondió enseguida que no la llevara a la guardia, que no iba a sumar, que la tuviera tranquila en casa. 


En la mañana llegó la pastora y la acompañó a Marian de la habitación al sillón para tener ahí la reunión, pero como ella estaba incómoda pidió volver a la cama. De regreso ocurrió el segundo episodio. La volvimos a acomodar en la habitación y la pastora me reprochó el haber sobrellevado todo solo. La situación tampoco era sencilla, los resultados de la biopsia no llegaban y, por otro lado, fue una decisión de Mariana el no involucrar a nadie. 


Llegó el momento de la Santa Cena y para mí fue un gran desahogo. Tras terminar, me arrodillé y lloré a su lado. Marian estaba adormecida, tranquila. Rendido apoyé mi cabeza cerca de ella y sentí un abrazo y un susurro que me decía: “tranquilo”. Cuando paré de llorar la miré y estaba en la misma posición de siempre. Supe que ese ánimo había sido un mimo de Dios, dándome consuelo en esa hora tan difícil. 


Los pastores se fueron y volvimos a quedar solos. Ya era difícil darle la medicación y ocurrió el tercer episodio que complicó más el día. Me comuniqué con el doctor R.O. y le comenté lo que sucedía. Enseguida me respondió y me indicó cómo tenía que hablar en la guardia. Me dijo que comentara que no podía darle la medicación, para que la aceptaran. Ahora necesitaba de ayuda, así que llamé a mi hermano y a mi cuñada, para poder llevarla entre los tres. Mi cuñada llegó y la pastora también, que aún estaba en la zona, y entre los tres la llevamos a la guardia. Tan apurado estaba que olvidé mi billetera. 


En la guardia ya la conocían, y hablando un poco con la gente de allí, la atendieron rápido. Estábamos en los boxes comunes y vino el doctor de turno a hablar conmigo, explicándome que ella no tenía dolor. A pesar de explicar que ya no podía administrarle la medicación porque la escupía, él mantenía el mismo argumento: “no tiene dolor”.  La pasaron al sector VIP para realizar revisiones de protocolo. Allí otro doctor me reiteró que, si  no sentía dolor, no podían hacer nada. Al límite de la frustración, volví a explicar que llevaba tres días luchando solo con ella, tratando de darle la medicación, sin dormir ni comer. Pedí, por favor, que me ayudaran a medicarla. Mientras tanto, el doctor R.O. me escribía confirmando que no la recibirían en la guardia si no tenía dolor. La situación se volvió tensa,  ya que volvieron dos veces más, y algo molestos por mi insistencia me informaron que estaban viendo si conseguían una cama para que pudiera quedar internada.


Al salir al hall me encontré con mi hermano. Me dijo que me calmara, que él había hablado de vuelta en recepción. De repente vinieron un doctor y una doctora, a quienes nunca había visto en todo el proceso. El doctor dijo: “en todo este tiempo estuvimos con la familia” y trataba de continuar, pero lo frené diciendo: “sos un mentiroso, estuve acá todos los días y a vos jamás te vi”. Cuando me pude calmar continuaron con su explicación.  “Lamentablemente lo que tengo que decir es que el cáncer está en su etapa final”. Mi reacción fue peor. Les empecé a responder con mucho enojo, y a cuestionar por qué cada vez que veníamos y nos internaban no nos decían nada de que la enfermedad seguía avanzando. Siempre nos calmaban y nos decían que estaba bien, estable, que había que esperar la biopsia. Si me hubiesen hablado más claro yo hubiese podido preparar a la familia. La única respuesta de esa doctora, a quien no vi nunca, es que cuando el hígado está tomado por la metástasis, ya no se puede hacer mucho, por más biopsia que haya. Estaba fuera de mí, y no podía seguir, así que los médicos se fueron sin mediar más palabra. 


Completamente desconsolado volví a ver a Marian sin saber qué hacer o qué decir. Todo ese lapso de tiempo me sentía al borde de mis capacidades. Solo recuerdo que entre mi hermano, mi cuñada y la pastora trataron de convencerme para que me fuera una noche a descansar a la casa de mis padres. Yo estaba firme en quedarme, aunque me desmayara, pero insistieron tanto que acepté. Le di un beso a Mariana y le dije: “te amo, aguantá un poco más, mañana vuelvo”. 

Al llegar a casa estaban mis padres y hermanos. Me contuvieron y me abrazaron. Les expliqué toda la situación cómo había sucedido y mi papá me regañó por no avisar y sobrellevar todo solo. Mis hermanos volvieron con su familia para el festejo de fin de año, era 31 de diciembre. Yo me quedé con mis papás. Cenamos y ese fin de año nos fuimos a dormir a las 10 de la noche, después de un día agotador. 

 


CAPÍTULO 12: TODO ES TUYO

Nada de lo que recibimos en este mundo nos pertenece.  La Biblia dice que por Él fueron hechas todas las cosas y para Él. (Col.1:16) Nada es nuestro, aprendamos a que todo un día volverá a su lugar de origen.


Otra vez fui a hablar con Dios y le dije que sabía que era algo difícil, le pedía que no fuera tan rápido, que él es Dios de Poder y Milagros. Oré por el milagro y nuevamente vinieron a mi mente palabras: Yo soy el Dios de Poder y Milagros, pero quiero que me la entregues. Mi respuesta fue automática: “Sí, te la entrego, sé que va a estar mejor con vos que conmigo. No puedo compararme con vos, ni aún en los tiempos que estábamos bien. Pero si es así, permitime despedirme mañana”. Después de esta oración de entrega pude dormir en paz. 


El 1 de enero de 2023, llegué al hospital con mi hermana menor, mi hermano y su esposa. Ya estaban mi suegra y mi cuñada, que habían tenido su tiempo final con ella. Cuando ingresé empecé a agradecerle a Dios por el tiempo vivido con ella, por todo el amor de Marian hacia mí. Justo ingresó una enfermera a realizar un control de rutina. Mientras lo realizaba, me preguntó cómo nos habíamos conocido con Marian y le conté muy brevemente nuestra historia. Me dijo: “disculpá, ahora vuelvo, olvidé algo” y salió. Al regresar, vio que Marian tenía temperatura, entonces la ayudé a cambiarla de posición para colocarle el oxímetro y tensiómetro, y así poder evaluarla. En ese momento sentí un impulso y le dije a la enfermera que me diera un minuto que necesitaba terminar de hablar con mi esposa. La profesional no esperaba eso y siguió con sus cosas.


La miré a Marian, puse mi mano sobre su frente y le dije: “Bueno amor, es hora que dejes de luchar contra esto y descanses”. De inmediato ella dio su último suspiro y el oxímetro se apagó. La enfermera se dio cuenta y me dijo “¿qué hiciste?”. Solo le dije que esté tranquila, que solo vine a despedirme. Dios ya me había dicho que se la iba a llevar y mi esposa cumplió su promesa de amarme hasta su final. La enfermera estaba asombrada y  lloraba. Le hice un chiste para que saliera del shock: “¿A vos te parece? Es la primera vez que le digo algo y me hace caso”. Salió la enfermera y volvió con una doctora y corroboraron la partida de Marian. La doctora también al escuchar lo que sucedió se emocionó hasta las lágrimas. Yo no lloraba, tenía paz. 


Les pedí un momento para estar con la familia. Salí, preocupado por mi suegra, pero en ese momento no estaba. Lo vi a mi hermano, que al ver tanto movimiento se dio cuenta que algo había ocurrido. Llorando, se metió en el ascensor –de esos que en lugar de paredes tienen imágenes led- y cuando entró, tocó todos los botones y, de repente,  una paloma blanca apareció en la pantalla y él recibió paz, como si Dios le hubiera dicho: “Tené paz, ahora andá a la puerta a recibir a tu hermano”. Lo abracé, lloramos y luego buscamos al resto. Justo subió mi cuñada y nos dijo que mi suegra había tomado un calmante, así que le pudimos dar también la noticia. La doctora de turno se portó muy bien y le dio la noticia a Luisa con una dulzura que nos dio paz a todos, con las palabras justas. 


Luego de un rato, nos pusimos de acuerdo en cómo seguir. Ninguno quería un velatorio, pero sí una pequeña ceremonia de despedida. De mi parte yo dije lo que sentía, que no iba a participar de ese momento, ya que para mí la despedida más única había sido hacía unos momentos. Delante de Dios, el pacto de amor con mi esposa había terminado. Yo no quería exponer a mi familia, ya que habían pasado más de 30 años sin que nadie partiera y quería que sus recuerdos fueran los del último día que la vieron con vida. Mi cuñada y mi suegra me agradecieron por todos los años de amor y aceptaron mi decisión, pero necesitaban ayuda con los trámites. 


Mientras estaba ocupado con el proceso de papeles finales vi con sorpresa que llegaba otro de mis hermanos y mi mamá. Les di la noticia de cómo sucedió todo y cómo Dios preparó las cosas para acompañar a mi esposa hasta el final. Había que reconocer el cuerpo y yo no quería. Necesitaba tener la última imagen de Marian en la despedida. Le pedí a mi hermano que me ayudara a terminar el trámite y a reconocer el cuerpo. Aceptó de buena gana. Para mí fue de gran ayuda, sabía que Dios lo había traído con un plan.


Más tarde mi hermano me acompañó a casa a buscar ropa y luego me llevó a la casa de mis padres para quedarme unos días. Y de repente, con una frialdad muy precisa me preguntó: “¿Dónde está el dinero de la librería o el que tenían ustedes?”, yo respondí que en los bancos. Mi hermano me indicó que lo pase todo a mi cuenta personal. Sin entender le pregunté por qué. “Hacelo”, me insistió. Ahí me di cuenta por qué Marian me había dejado contraseñas de todo. Entré a las cuentas y pasé todo lo que había. Mi hermano me explicó que cuando alguien fallece se bloquean sus cuentas personales y luego hay que esperar a tener una orden judicial para acceder al dinero, pero que hay una ventana de 24 horas hasta que se cruzan los datos de defunción. Gracias a mi hermano y a Marian, pude retener ese dinero que sirvió para costear los gastos de los siguientes meses de la Librería y poder sostenerla. 


El 2 de enero por la mañana, junto con mi cuñada y mis hermanos pudimos abonar el traslado y la ceremonia. Al igual que yo, uno de mis hermanos no tenía el DNI y además tenía que volver a su trabajo. Pero mi otro hermano sí lo tenía y pudo ayudar con los trámites y estuvo atento a muchos detalles que yo no podría haber visto por cómo me sentía en ese momento. Dios siempre fue fiel y tuvo el control, tanto en las grandes como en las pequeñas cosas.


Lo que sigue es un llamado a reflexionar.


Durante ese primer día, mientras realizamos los trámites, mi celular empezó a explotar de mensajes y llamadas. Consultando con mi cuñada, si alguno de la familia había dicho algo, vimos que alguien había publicado algo en redes, y no habíamos tenido tiempo de hablar con algunos familiares todavía. Así que, luego de terminar de cerrar los trámites previos a la ceremonia, le pedí ayuda a mi cuñada para que me ayudara a dar un comunicado. No fue de la mejor manera, ya que mi corazón estaba explotado, pero ella me ayudó a ordenar las palabras. Mi caso fue extremo; algunos familiares supieron lo que sucedía casi al final del proceso, y otras personas se enteraron con la partida consumada.


Desde mi experiencia creo que lo más conveniente es esperar que los familiares más cercanos sean los que informen la partida del ser querido. Seamos prudentes con los comentarios a través de las redes sociales, y evitemos adelantar conclusiones de las cuales ni siquiera estamos seguros.


No quiero dejar de agradecer al equipo que estuvo orando y cubriendo nuestras vidas en todo el proceso, respetando y resguardando la información. Gracias por guardar y orar en secreto. Sin saberlo hasta una gran parte de Puerto Rico y otras naciones estuvieron orando y créanme que sentimos esas oraciones. A los pastores que casi sin saber mucho también oraron y estuvieron en los momentos más duros e importantes. Al doctor R.O. (Respuesta a la Oración). Gracias por tu amor, empatía, profesionalismo, aguante y apoyo. Sin saberlo fuiste un enviado de Dios al ser la respuesta a esa oración que Marian hizo en soledad. A todos/as los médicos/as y enfermeros/as que fueron parte de esta historia. Pude ver su arduo trabajo durante cada internación. Mi más alto respeto y agradecimiento por todo el empeño y trabajo que ponen día a día. Sé que muchos de ustedes fueron impactados por lo vivido y por algunas cosas que no podían entender –sobre todo cómo mi esposa estaba tan lastimada por dentro, pero por fuera se veía tan bien, con fuerza y buen semblante. A toda la familia por su amor, apoyo y no juzgarme ni reprochar la decisión que tomamos de no decirles nada. Sé que el relato les ayudará a comprender lo rápido que fue todo y que Dios siempre tuvo el control de las situaciones. La verdad es que tanto Dios como Mariana, me hicieron vivir todo lo sucedido, hasta el último momento, como esa famosa gran película “La vida es bella”. Revelando toda la enfermedad de forma externa recién un día antes de partir. Pude ver a Maiana entera durante varias semanas.


Agradezco también a mi adorable, tierna y dulce esposa, que sin demostrar el dolor que padecía se mostró fuerte y convencida de vivir, siempre sonriéndome. Gracias princesa por tanto amor, cuidado y ternura. Me dejaste un legado de vida y ejemplo a seguir. Solamente te adelantaste y sé que estás en el mejor de los lugares, donde los hijos de Dios queremos ir cuando nos toque partir: a una vida eterna con nuestro creador y amado Dios. 


Entiendo que al leer este relato no puedas entender cómo fueron las cosas o cómo Dios realmente actuó. Quizás un ser querido pasó por el mismo proceso o peor, con años de lucha, quimios, altibajos, etc. Probablemente, ese ser querido que era tu compañero de vida, tu familiar más cercano se adelantó y se fue primero.  Tal vez, creés en Jesús, pero estás enojado porque ese ser amado ya no está y eso mismo te hizo alejar de Dios. En lo personal -es muy particular la forma que cada uno vive el duelo- siempre reconocí a Dios como dueño y Señor de todo, quien preparó todo así, tal como tenía que ser, hasta el día de hoy. Reconozco que él tiene el control de mi vida y que a él nada se le escapa, él no es hombre para fallar o mentir. Ya el final estaba escrito.


El 3 de enero de 2023, mientras se realizaba la ceremonia, yo fui caminando hacia el río por la mañana. Le agradecí a Dios por nosotros. Diez años juntos, siete de casados. Agradecí por esos hermosos momentos y aún los malos que llegaron al final. Nuevamente le volví a entregar mi corazón a Dios y le dije: “Esta hermosa etapa terminó, ahora somos nuevamente tú y yo. Heme aquí. Solo te pido que llenes de vos este gran vacío que quedó en mí”. Dios me dio fortaleza y paz. Fue muy directo en su respuesta el Señor sobre cómo seguir con la Librería y con mi vida. Hoy sé que todo es permitido con un propósito divino, por el cual seguir transitando. 


Con la ayuda de mi cuñada pudimos volver a abrir la librería y sé que será por muchos años, para seguir bendiciendo a nuevas generaciones. Dios me permitió encontrar una nueva iglesia (Corazón de Fuego, en Ramos Mejía, provincia de Buenos Aires) y comenzar a servir nuevamente. Pude ver la mano de Dios y su amor sobre mi vida. Cada prédica fue de gran consuelo y aliento para seguir creciendo. En poco tiempo Dios me permitió volver a servir en las misiones. Le agradezco muchísimo a esta nueva familia espiritual que Dios me permitió conocer.


No es fácil, he llorado mucho. Estuve 18 días en casa de mis padres antes de volver a mi casa, al barrio, a esas plazas en las cuales caminábamos con Mariana, aún en los últimos tiempos. Volví a recorrer los lugares donde vivimos momentos muy felices, y recuperé muchos buenos recuerdos. Entiendo que cada uno tiene su manera de vivir un duelo. Pero te animo a entregárselo a Dios y dejar ir a ese ser amado. Si llegaste hasta acá es porque estás vivo/a y aún Dios permite eso, aunque cueste entenderlo. Hay un propósito en esta vida para vos. 


Si estás pasando por un momento de pérdida, duelo o enfermedad, ya sea propia o de un ser querido, y sentís que no hay forma de encontrar consuelo y paz en tu corazón, te invito a que dejes que Dios llene tu ser y tu vida entera con su amor. Él te ama y desea que vos también lo ames. Él puede cambiar tu lamento en baile, tu llanto en alegría, incluso en los peores momentos. Lo hizo conmigo y también puede hacerlo con vos. Él es Dios de lo imposible y tiene el poder para sacarte del pozo de la desesperación en el que estás. Dios es bueno y quiere ser tu amigo. ¿Querés recibirlo en tu corazón? Solo tenés que pedírselo, sin grandes palabras ni fórmulas difíciles. Simplemente decile:


“Dios necesito de vos y de tu salvación. Te acepto en mi vida como mi Señor y Salvador. Perdoname por tantos errores. Vení a mi corazón y llename de tu paz”.



Testimonio de Juan Mariani, 28 de diciembre de 2023


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